

Valderrobres tiene la fama bien merecida, es más que bonito, tiene el paisaje y la monumentalidad rotunda del Matarraña, tiene río, tiene puente y castillo.
Para visitarlo es mejor aparcar a las afueras y callejear paseando por sus calles estrechas, un paraíso para aficionados a la fotografía.
Atravesad el puente hasta la plaza que es de las de girar sobre ti mismo, mirando arriba y abajo con la boca abierta. A mi me gusta subir despacio hasta el castillo por las calles estrechas de trazado medieval, observando rincones y detalles sin dar tregua a la cámara.
El castillo es rectilíneo, almenado, monumental e inseparable de la iglesia gótica, juntos forman una de las imágenes icónicas del Matarraña. Entrar en ambos y en el museo es cierto que merece la pena, pero a mi me gusta circunvalar los edificios, me maravilla la obra de sillería, el pórtico, el rosetón, los ventanales, las gárgolas y cada detalle de los edificios.
Para bajar elijo otro itinerario que lleve a la plaza o a los porches para tomar un trago antes de dar un paseo por la vera del río a la sombra de la chopera, entre los puentes con el de piedra fijo en la mirada y en el objetivo de la cámara.
Esta es la visita que me gusta hacer en Valderrobres y así la recomiendo pero si queréis mejorar significativamente vuestra experiencia Turismo Matarraña ofrece un recorrido guiado perfectamente documentado.
Se come estupendamente en Valderrobres y tienen buena fama las pastas y los dulces tradicionales.
Los paisanos vamos a menudo a Valderrobres por un motivo u otro e indefectiblemente pasamos por Casa Falgás, la ferretería que tiene de todo y para todos, también para los viajeros.
La Posada Guadalupe de Monroyo está muy cerca, a 24 o 26 kilómetros depende desde donde se mire, en realidad a poco más de quince minutos.